Y guardaba
esa esperanza, que algún día volviese y le diera alguna explicación. Pero
debería ser fuerte.
Ella le decía que algún día se tragaría todas sus promesas. Que no
hiciera promesas en vano. Y así fue. Se las tragó. Era un día como otro cualquiera. Con
su rutina. Levantarse para ir a la universidad, e irse a casa a comer. Estudiar
y hablar con el amor de su vida, Manuel. Bueno, eso es lo que ella pensaba. Que
era un día normal, lo de siempre. Tirarse las horas muertas hablando con él.
Pero de pronto sonó el teléfono. Era un mensaje. Ilusionada lo leyó. Pero las
lágrimas brotaban por su mejilla, tan veloz que en medio segundo se empaparon
enteras. No podía creer lo que había leído: “Lo siento, pequeña pero no me
llames, no me busques. Lo único que harás será empeorarlo todo. Te quiero.” En
su cabeza rondaban muchas preguntas, dudas. ¿Qué me quieres? Si me quisieras no
me haría ni una pizca de daño. ¿Sería todo un fraude? ¿Era todo mentira? Tantos
años tirados por la borda. Ahora se explicaba muchas cosas. Pero ella notaba
como su mundo caía, se derrumbaba. Toda su felicidad se ahogaba en un mar de
lágrimas. Lo único que pensaba era que no quería vivir un mundo sin él. Estuvo
encerrada en su cuarto más de una semana, sin salir. Casi no comía nada. No
cogía el teléfono. No le apetecía hacer nada. Solo le apetecía estar sola. La
gente de su alrededor se preocupaba por ella. Era algo muy normal. La querían.
Entonces se dio cuenta de que debería aprender a quererse un poco más. Se juró
a sí misma que a partir de entonces su felicidad dependería de ella. De nadie
más. Que la vida es muy corta para estar llorando por el pasado. Que llorando
no se iba a solucionar nada y menos iba a volver. Aunque eso era lo que más
deseaba: que volviese. Así que
volvió con su rutina. La de antes. Iban pasaron las semanas. Y poco a poco se
iba olvidando de él. Al menos hacía el intento, se tenía que hacer a la idea de
que tenía que olvidarse de él. Mejor dicho, a vivir sin él. Sería
maravilloso poder estar tranquila... Cerrar los ojos y volver a ver lo que uno
quiere... Cerrar los ojos y soñar... y disfrutar sin miedo y saber que todo
esto era una pesadilla. Que se despertara y fuera una gran pesadilla. Que se
levantase y se lo contase todo. Y después se riera como hacía siempre de sus
miedos o sus pesadillas. Porque en realidad eran bastante impresionantes.
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