–Yo tampoco había
pensado que él fuera el motivo de mi estúpida sonrisa, esa sonrisilla de oreja
a oreja -pensó Paula- y mientras sonreía
soltó un largo suspiro.
Había veces que pensaba que era demasiado bueno para ella, para que
fuera cierto, demasiado bonito para ser verdad. Ella no se merecía tanto, era
demasiado para ella. Él era como un príncipe azul: apuesto, guapo, simpático,
romántico, detallista, atento. Era perfecto. No le veía ningún defecto. Aunque
le daba vueltas y vueltas. La verdad, ella no era de príncipes azules, era más
bien de príncipes verdes, personitas raras que no llamasen la atención. Y eso a ella le daba miedo. Le daba miedo
volver a enamorarse, volver a sufrir por
un hombre. Su corazoncito no podría aguantar más dolor, aunque ella se
consideraba bastante fuerte. Siempre iba sonriendo, iba feliz. Siempre con
positividad. Pero esta vez le daba miedo, mucho miedo. Era mayor que él y no
sabía cómo iba a reaccionar, ya que ella era muy infantil.
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