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Me muero de ganas de decirte...que te quiero. Y que no quiero que venga el destino a vengarse de mi, y que prefiero la guerra contigo al invierno sin ti.

martes, 12 de junio de 2012

Por pedir, pídeme mil noches a tu lado.(18)


Y guardaba esa esperanza, que algún día volviese y le diera alguna explicación. Pero debería ser fuerte.
Ella le decía que algún día se tragaría todas sus promesas. Que no hiciera promesas en vano. Y así fue. Se las tragó. Era un día como otro cualquiera. Con su rutina. Levantarse para ir a la universidad, e irse a casa a comer. Estudiar y hablar con el amor de su vida, Manuel. Bueno, eso es lo que ella pensaba. Que era un día normal, lo de siempre. Tirarse las horas muertas hablando con él. Pero de pronto sonó el teléfono. Era un mensaje. Ilusionada lo leyó. Pero las lágrimas brotaban por su mejilla, tan veloz que en medio segundo se empaparon enteras. No podía creer lo que había leído: “Lo siento, pequeña pero no me llames, no me busques. Lo único que harás será empeorarlo todo. Te quiero.” En su cabeza rondaban muchas preguntas, dudas. ¿Qué me quieres? Si me quisieras no me haría ni una pizca de daño. ¿Sería todo un fraude? ¿Era todo mentira? Tantos años tirados por la borda. Ahora se explicaba muchas cosas. Pero ella notaba como su mundo caía, se derrumbaba. Toda su felicidad se ahogaba en un mar de lágrimas. Lo único que pensaba era que no quería vivir un mundo sin él. Estuvo encerrada en su cuarto más de una semana, sin salir. Casi no comía nada. No cogía el teléfono. No le apetecía hacer nada. Solo le apetecía estar sola. La gente de su alrededor se preocupaba por ella. Era algo muy normal. La querían. Entonces se dio cuenta de que debería aprender a quererse un poco más. Se juró a sí misma que a partir de entonces su felicidad dependería de ella. De nadie más. Que la vida es muy corta para estar llorando por el pasado. Que llorando no se iba a solucionar nada y menos iba a volver. Aunque eso era lo que más deseaba: que volviese. Así que volvió con su rutina. La de antes. Iban pasaron las semanas. Y poco a poco se iba olvidando de él. Al menos hacía el intento, se tenía que hacer a la idea de que tenía que olvidarse de él. Mejor dicho, a vivir sin él. Sería maravilloso poder estar tranquila... Cerrar los ojos y volver a ver lo que uno quiere... Cerrar los ojos y soñar... y disfrutar sin miedo y saber que todo esto era una pesadilla. Que se despertara y fuera una gran pesadilla. Que se levantase y se lo contase todo. Y después se riera como hacía siempre de sus miedos o sus pesadillas. Porque en realidad eran bastante impresionantes.

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