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Me muero de ganas de decirte...que te quiero. Y que no quiero que venga el destino a vengarse de mi, y que prefiero la guerra contigo al invierno sin ti.

martes, 12 de junio de 2012

Por pedir, pídeme mil noches a tu lado.(4)

El día veintisiete de noviembre, un domingo frío, ella decidió decirle que si le apetecía verle. Tardó un tiempo en contestarle. Ella se puso nerviosa, no podía soportar la idea de que le pudiera decir que no, que la rechazaran, ya que nunca había sido rechazada por alguien tan especial. Él cedió. Paula pensó que fue maravilloso. Fue tan increíble ver como estaba allí con esa sonrisa, esperándola. Algo le recorrió el estómago y la sonrisa se le dibujó sola. Una sonrisa de oreja a oreja. Ella no entendía cómo podía estar tan nerviosa. Por supuesto Manuel, aún más. Paula no podía parar de hablar. Él la miraba a los ojos fijamente, no le quitaba la mirada de encima y  aún más nerviosa le ponía. Los nervios la mataban, pero fueron pasando los minutos y ella más  a gusto se sentía, más relajada, como si lo conociera de toda la vida, como si pudiera contarle su vida entera sin importarle nada. Él tenía la  fea costumbre de no ponerse chaqueta. No le gustaba o tal vez era la estúpida excusa de que ella pudiera estar junto a él, muy cerquita, para darse calor. Dicen que el frío se inventó para poder decir tengo frío, y decir a gritos abrázame y no me sueltes nunca. Hacía bastante frío, aunque Paula llevaba solamente un rebeca fina y una camiseta de tirantes. El parque era probablemente el más feo de la ciudad, pero a ellos se les hizo el más bonito del mundo. Tenía un olivo en un lado y un par de columpios pintados, medio rotos. Había unos grandes escalones por todo el parque que servían para sentarse, llenos de grafitis. Le llamaban el parque del olivo. Hubo miradas traviesas, miradas intensas, miradas de deseo, de complicidad. Eran los ojos más sinceros y hermosos que ella había visto, que le hayan mirado nunca. Sin más, sin esperarlo surgió de la nada un beso. Puede ser que el beso más intenso nunca antes dado. Un beso de los que te marcan, de los que te hace subir al cielo teniendo los pies en la tierra, de los que se nota como se puede tocar las nubes con las yemas de los dedos, de los que se te eriza la piel, de los que se cuenta con los dedos de las manos. De esos besos fue.

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